Agustín Zeppa - Tributarista
Según el presidente Mauricio Macri, “la Argentina va a ser el país que más va acrecer en los próximos 20 años”, pero para eso “tenemos que ponernos las pilas para bajar los impuestos”.
Hasta ahora no hemos tenido una definición de los planes a seguir para alcanzar estos objetivos. El año pasado, Carlos Alfredo Rodríguez, economista y rector de la Universidad del CEMA, había dicho: “una constante que dominó la evolución de la política económica de cada gobierno fue el aumento de los impuestos respecto del anterior. El arte de gobernar se convirtió en cobrar impuestos para pagar el asistencialismo. La gran grieta de la Argentina no es entre pobres y ricos, sino entre los que pagan impuestos y los que viven de ellos”.
Hemos pasado por varios anuncios. En mayo, el Gobierno decía que estaba en estudio la baja de los impuestos de (todos) los autos. Y que se trabajaba en paralelo al decreto de beneficios arancelarios para autos híbridos y eléctricos. Hoy, la Argentina es uno de los países con mayor carga impositiva sobre los 0 KM: el 54,8% del precio de lista que paga el consumidor son impuestos. Pero parece lejana la posibilidad de reducir la carga.
Algo, en realidad, se hizo en 2016. La disminución de Ganancias para los empleados en relación de dependencia y la eliminación o reducción de retenciones al sector agropecuario y la minería significó una fuerte pérdida de ingresos para el Estado. Pero hacia delante no está claro que esto se pueda mantener. “Me encantaría eliminar el impuesto al Cheque, que es distorsivo y aumenta el incentivo para operar en negro. Pero hay un problema: hoy es el tercer impuesto en recaudación” se sinceró en un encuentro con empresarios el titular de AFIP, Alberto Abad. Sucede algo parecido con el IVA. La alícuota de 21% es muy alta, pero la idea sería reemplazar algunos puntos por un IVA provincial. Nadie habla, sin embargo, de bajarlo lisa y llanamente.
Otro tema polémico: la posibilidad de bajar Ganancias para las empresas. La tasa del 35% está entre las más altas del mundo. Se trata de una estrategia que llevaron adelante la mayoría de los países europeos y que también propone Donald Trump para EEUU. Nuevamente, el problema es que este gravamen recauda muy poco en cabeza de individuos, al revés de lo que sucede en países desarrollados. Se trata de una medida clave para atraer inversiones, que difícilmente supere la instancia parlamentaria.
Pero los tiempos políticos no tienen nada que ver con las necesidades de las empresas. En un contexto de actividad planchada y atraso cambiario, resulta imperioso empezar a encontrar alternativas para que -en especial- las PyME puedan recuperarse. Los pedidos empresarios apuntan cada vez menos a la suba del dólar (porque saben que inmediatamente se traslada a la inflación), sino a la necesidad de empezar a bajar la carga tributaria.
El zapato aprieta demasiado y nadie está dispuesto a jugársela, es decir a reducir en forma más contundente los impuestos para reactivar la actividad. Aunque será mucho más difícil conseguir una recuperación que se extienda en el tiempo con impuestos impagables.